Sr Gonzalez habla de la muerte de Vega Gil un a
Un escrito de sus propias redes hace entender el duelo de Rafael Gonzalez
El músico miembro de Botellita de Jerez Rafael González Villegas mejor conocido como "Sr. González" escribió hoy en sus redes sociales un extenso esrcito que reflexiona la muerte de su compañero Armando Vega-Gil.
Aqui les dejamos el texto integro para que se pueda entender la perspectiva del músico por la perdida de un amigo.
Hace un año.
No ha habido un día en que no ocupe un espacio en mis pensamientos. Ya sea en algún recuerdo solitario, en alguna anécdota de sobremesa o en situaciones cotidianas en donde simplemente ya no está, falta. Hoy, el mundo vive los estragos de una pandemia que nos mantiene encerrados, pensando, revisando y recordando. Hace un año me encontraba en Tijuana, Baja California Norte, sin posibilidad de buscarlo y hablar con él en el momento de su crisis. Armando no convivía con sus hermanos, solo con su mamá, nunca hacía referencia a ellos. Su papá falleció hace algunos años. Su familia de facto éramos los botellos junto con Paola Hernández, nuestra representante. Dos de nosotros estábamos en ambos extremos del país en ese momento crucial.
Él me llamaba “Diabluras”, derivación de “El Diablo”, un apodo heredado de otras épocas. Yo le decía “Armándarus”, como uno de sus personajes cuando trabajó como guionista y actor del famoso Güiri Güiri. Otros lo recuerdan de muy diversas maneras, ya que se involucró con muchas personas en diferentes áreas del quehacer musical, literario y de la vida en general. Algunos lo idealizaron, como suele suceder con quien sube a un escenario. Muchos siguen llorando al artista. Yo en lo personal, lo recuerdo como ese amigo al que le conoces lo bueno y lo malo. Así lo estimé y toleré. Vivimos muchas cosas como compañeros de banda. Cuando salí de Botellita al final de los 90, fue con el único del grupo con quien conservé una relación continua. Haríamos programas de radio y le produciría discos. Años después volveríamos a tocar juntos en una segunda etapa, hasta hace un año.
Siempre fue reservado con los desconocidos, pero muy cariñoso con los que lograban cruzar la barrera de una primera impresión. Ponía a prueba a la gente antes de abrirse. En lo sentimental, solía ir tras amores inalcanzables, como buscando inconscientemente el fracaso. Sin embargo, eso no le evitó brindar amor y cariño a muchas personas. Era complejo e intenso, por lo que también hizo grandes enemistades, a veces por pleitos estúpidos.
Hace un año él no pasaba por un buen momento, ni emocional, ni laboral, ni económico. Un cúmulo de miedos, complicaciones existenciales y de salud, se le fueron amontonando en la mente. Tenía terror de envejecer, era algo hipocondriaco y ya lidiaba con algunos achaques; las relaciones con personas importantes en su vida, pasaban por momentos de gran complejidad; Botellita de Jerez vivía en una crisis interna permanente y su continuidad pendía de un hilo; su situación económica se fue deteriorando como nunca ante gastos incontrolables; y su eterna incapacidad para establecer una relación amorosa comprometida, por más que lo deseara (o fingiera no desearla), le evidenciaba una aplastante soledad. Yo, aún conociendo estas situaciones, jamás preví su deseo de suicidarse. Ahora puedo desentrañar varias señales, ya tarde. Estuvieron ahí de muchas maneras que nadie supo interpretar.
Armando veía la realidad de una forma pesimista. Él compensaba esto con humor, a veces cáustico y sarcástico, a veces burlón e infantil. Podía provocar la risa en otros, mientras en su interior reinaba la fatalidad. Se reía de sí mismo. No tenía empacho en salir con las caras más ridículas en las fotos de la banda. Con ironía se reía del poder. Coqueteaba haciendo reír a las mujeres. ¿Cómo detectar así una depresión? A Paola le dijo en varias ocasiones que le encargaba los trámites de su velorio para cuando él falleciera. ¿Era una broma? ¿Era una petición real? En cierto momento, Armando dejó de sonreír y hacer gestos en las fotos de los últimos meses. ¿Cómo interpretar eso? Al final lo entendimos de la manera más cruda.
Entre sus conocidos tenía fama de sufrido y chillón (“Cucurrucucú”… no llores), por lo que muchas veces dejamos de tomarlo en serio. Tenía vocación de mártir. En lo personal, yo bromeaba con él cuando comenzaba a chantajear por algo. Era un chingaquedito conmigo y competíamos por ver quién desconcertaba al otro primero. Le tuve mucho cariño y sé que él también lo tuvo por mí. Esa forma de llevarnos no me ayudó a detectar su intención. Armando sabía que tarde o temprano acabaría con su vida. Tal fue la frialdad y precisión con la que ejecutó cada paso que lo llevó a la muerte, que no me queda duda. Él solo necesitaba un disparador y éste llegó en la forma de una denuncia por pederastia en la cuenta @MeTooMusicosMx de Twitter.
Ese amigo de actitud machina al que conocí al final de los 80, con el tiempo fue cambiando, ya era otro. Como todos, fue un hombre resultado de su tiempo y cultura. Pero también tuvo la capacidad de transformarse. Quería un mundo justo y eso implicó, entre otras cosas, reconocer la lucha feminista, misma que lo confrontó ante su propio machismo. Sus ideas evolucionaban y siempre buscó ser muy congruente entre su forma de pensar y actuar. Fue sin duda, a partir del nacimiento de su hijo, que también hubo cambios sustanciales en su concepción de un mundo diferente.
En una plática que tuvimos muchos años antes, al final de los 80, me manifestó con lágrimas en los ojos, su gran deseo de ser padre. Él se sentía incapaz de establecer una relación estable. Con su argumento de no creer en el “amor romántico”, ingenuamente pensó que, aunque no tuviera una relación convencional con una pareja, podría tener un hijo. Nada lo preparó para las situaciones que provocaría llevar su idea a la práctica. La realidad le jugó sus cartas en contra.
Aún así, a partir de ese nacimiento, complicado como era y con sus contradicciones, Armando comenzó a ver las cosas con cierto optimismo, resultado del gran amor que profesaba a su hijo. Se vio motivado a componer y escribir para niños desde una perspectiva ecológica y social. Buscó un futuro mejor para las nuevas generaciones. Paralelamente le atrajo la fotografía, daba talleres literarios, viajó por el mundo trabajando para revistas o acompañando a su amiga Beatriz Rivas, con quien compartió la buena vida, tomaba buenos vinos y llegó a escribir con ella libros a dos plumas y otros experimentos literarios. Se relacionó con diversos círculos ligados a la filantropía, las causas sociales, al periodismo, al arte culinario, a la literatura, al cine y a la música.
¿Cuál habrá sido su sorpresa cuando vio en las redes aquella acusación en su contra? “Estoy muy sacado de onda”, nos comento ese domingo en el chat de Botellita. Quisimos calmarlo hasta que dejó de chatearnos por la tarde. Nos eludió y buscó a otros, pero no dejó entrever a nadie su intención. Solo le envió a Paola el último mensaje de todos, ya por la madrugada del 1 de abril. “Te voy a pedir la terrible tarea de encargarte de mi velorio”.
En la carta de despedida que dio a conocer públicamente, minutos antes de salir de su casa rumbo al sitio donde se colgaría, fue claro al deslindar al movimiento @MeToo de su decisión. En pláticas previas que tuve con él al respecto, conversamos sobre el tema de @MeToo. Las redes sociales en internet permitieron por primera vez, que una mujer víctima de abuso por parte de un hombre, se sintiera respaldada por otras mujeres que intermediaban y así, en un ejercicio de empoderamiento, ésta se sintiera libre para denunciar a su victimario. La consecuencia para el acusado en cuestión se traducía en un juicio moral, más que legal, que en alguna medida resarcía el daño. Sin embargo, me parece que @MeTooMusicosMx tuvo un proceder particularmente distinto al de otras cuentas de @MeToo. El anonimato de la víctima, necesario y comprensible en estos casos, no solo fue de la denunciante, sino también de quienes administraban la cuenta. En términos generales, se desconoció a qué intereses respondían realmente. Sin seguir algún protocolo que contemplara entre otras cosas, la presunción de inocencia de Armando, su ataque fue orquestado, tajante y virulento. Un espacio que tendría que haber funcionado como el apoyo para una posible víctima se convirtió en realidad, en un irresponsable foro para atacar impunemente a una persona y amplificar el caos. La marca moral sobre Armando fue indeleble, más allá de ser cierto o no su supuesto proceder. “El artista que toca y escribe para niños, además es pederasta”.
Pocos repararon en que Armando simpatizaba con el feminismo. Basta echarse un clavado en sus redes para constatarlo. Aparentemente el “fuego amigo” le asestaba un golpe demoledor. Durante los días posteriores a su muerte, internautas en la búsqueda de un responsable, mencionaron nombres de personas supuestamente ligadas al ataque, algunas de ellas relacionadas a cierta etapa de la revista La Mosca. Sin embargo, no pasaron de ser acusaciones sin pruebas. Al otro lado del espectro estaban los absurdos grupos disque revanchistas. Estoy seguro que a Armando, nada le hubiera causado más desconcierto que ver cuentas como @MeTooHombres, que estúpidamente intentaban “reivindicarlo”. Los mismos que, cuando Botellita de Jerez reiteró lo escrito por Armando en su carta pública, nos acusaron de tibios y cobardes.
Tuve entonces una teoría: Como parte de un ambiente intencionalmente polarizado, intereses mezquinos, intervinieron para alterar la conversación orgánica de las redes en torno al feminismo. Con los datos que conocemos ahora, esta idea que sonaba entonces descabellada, ya no lo es. En el contexto descrito, apareció una cuenta de twitter con una posición notoriamente violenta. Tal fue mi interés por saber qué había tras el manejo poco claro de @MeTooMusicosMx, que busqué la forma de conocer más, de saber como se dio la actividad en las redes en torno al suicidio de Armando. Además, busqué que fuera con un enfoque científico. Menuda empresa de investigación intenté buscando a expertos en la materia, pero al final, cuando no pude costear su trabajo, me detuve. No sé que hubiera encontrado de haber avanzado por esa linea, pero posiblemente los resultados no solo hubieran satisfecho mis dudas, o no, muy probablemente hubieran acentuado también el ambiente general de odio y división. Yo no quise eso. Acepté que a mi amigo ya nadie lo regresaría a la vida y que habrán secretos que solo podré intuir, más nunca saber.
Hace un año, el golpe de odio pegó en alguien debilitado y fue donde más daño pudo haber ocasionado. Para Armando, que en todo momento alegó inocencia, le fue imposible ya reírse de sí mismo. No hubo humor cáustico que funcionara para compensar el terror que enfrentaba y entonces tomó sentido aquella vieja idea del pasado, mitad alarde, mitad en serio: “moriré a los sesenta y algo”.
Su fallecimiento fue noticia mundial. Un torbellino de opiniones, chismes, dimes y diretes en donde la falta de empatía, la ignorancia y mala leche, tuvo como contrapeso multitudinarias muestras de cariño hacia mi amigo. El principal afectado de su decisión fue sin duda, su hijo, que por lo pronto perdió a su padre. Los acertijos que el chico tendrá que resolver en el futuro se vislumbran complejos. Fuerte y difícil tarea para su madre también, ahora que el pequeño debe estar rayando su primera década.
Como saben, hace un año Botellita de Jerez se disolvió de manera inmediata, tanto como la muerte misma de Armando. ¿Cómo seguir con un equilibrio tan frágil como el que teníamos antes de todo esto? En lo personal, hubiera deseado cerrar la historia del grupo con un gran concierto de despedida, a lo grande, con invitados y claro, recordando a Armando. Pero los miembros de la banda hemos procesado su muerte de diferentes formas y no logramos ponernos de acuerdo. Nuestros desencuentros han hecho difícil que este cierre pueda ser como lo planteo arriba. Mañana 2 de abril, se estrenará en redes un acústico grabado por Santiago, Paco “El Mastuerzo” y yo, que hicimos para Fonarte Latino (distribuidora de nuestro último disco). Tres temas sin previo ensayo e improvisando. Salió bien, pero me temo que no llegaremos más lejos que eso.
Tras el velorio, me alejé de tanto ruido. Por eso no he dado declaraciones a los medios. Hice un artículo para la revista Contratiempo de Chicago y nada más. Es hasta ahora, que realmente les cuento cómo lo he vivido. Opté por llevar mi duelo y tristeza de forma íntima. Creer en la inocencia de Armando no ha dejado de ser, en alguna medida, un acto de fe, algo extraño para un escéptico como yo. La fe no solo es ciega (como dice el cliché), implica una alta dosis de esperanza por parte de quién la profesa. Yo prefiero tener confianza, ya que ésta se construye con hechos concretos y, por los hechos que llegué a conocer a lo largo de los años, deduzco su inocencia. Pero también reconozco que hay una pizca de fe en esta conclusión, de creer sin contar con todos los elementos irrefutables, de tener la esperanza de intuir bien. Era inocente.
Lo que sí es claro, es que Armando ya no está físicamente con nosotros como resultado de su propia decisión. No pretendo que lo emulen. Amo la vida como el superviviente de cáncer que soy. Nunca estaré de acuerdo con lo que hizo, fue el acto más egoísta e irreversible que pueda existir. Pero aún así, aunque sea con mucha tristeza, acepto y respeto lo que él mismo definió como un acto consciente, voluntario, libre y personal. Finalmente es lo que hace un amigo.
México a 1 de abril del 2020.